miércoles, 12 de octubre de 2011

Ronaldinho Gaúcho, el camino del genio (1)

A fecha de hoy algunos le recuerdan como un simple brasileño que pasó
por Europa, uno más. Alguien que ya practicamente cayó en el olvido.

Nos equivocaríamos al desprestigiar lo que consiguió este virtuoso mago. Sería injusto clasificarlo
como un jugador dentro de lo común, pues sería no valorarlo. La magia que emanaba al tocar cada
balón o simplemente ver como cambiaban los encuentros con acciones en las que Dinho intervenía
es algo obligado y dignísimo de recordar.


Cierto que la escuela del Jogo Bonito tuvo magníficos embajadores en nuestro país (Djalminha, Romario, Roberto Carlos...) pero muy pocos o tal vez ninguno logró hacer disfrutar y esbozar una sonrisa a todas y cada una de las aficiones de la Liga Española y del resto del Planeta. Gran cantidad de rivales sufrieron teniéndole enfrente mientras cada hincha lo disfrutó. Nadie conseguía pararle, ni a él ni a sus ingeniosos dribblings, y aunque una defensa rival llegara con ese extra de motivación para enfrentarse a él y su
Super-Barça, Ronaldinho cogía el esférico y se olvidaba de todo excepto de superarse a sí mismo en
cada envite. Ya era extremadamente difícil que pudiera superarse, pero cada fin de semana él lo hacía.

Tras la pérdida de su padre -que falleció ahogado en una piscina regalada por el propio club cuando el Gaúcho aun era un crío- Roberto se hizo responsable de su hermano que tan solo tenía 8 años pero en
el que ya atisbaban algo especial. El chico se hizo adulto con la pérdida paternal al ritmo desenfrenado
que la vida marcaba. Él crecía por minutos, por horas, por días... Y sobre todo, por entrenamientos.
Supo que aquel esfuerzo tendría recompensa y nunca borró de la mente lo que su difunto progenitor le repetía: "Llegarás a ser el mejor".

Su comienzo en Gremio con escasos 17 años venía precedido por un paso asombroso en fútbol sala.
Roberto, su hermano mayor, ya jugó allí en Porto Alegre siendo uno más, pero no había comparación con
el huracán que venía en camino: Un chico imparable y con ilusión, una apisonadora deportiva, un jugador distinto que transmitía su disfrute en la cancha al resto de seres. Esa era una de sus señas de identidad,
la permanente alegría con la que vivía el deporte, toda esa felicidad jugando... ¡Algo mágico!



En una tierra donde el fútbol saca a muchachos de las favelas o de aventurarse a las calles en busca de sustento, sus familiares veían una salida en su talento. Jugaba de maravilla y su momento llegaría.
Poco a poco el Mundo empezó a conocer de lo que era capaz. En 2000, con los JJ.OO de Sydney
como excusa, un joven recién convocado por la Canarinha absoluta puso al continente Oceánico en pie
y sin cesar de aplaudir marcando 10 goles. Ellos aun desconocían que estaban ante una de las leyendas
del fútbol actual -o moderno-. Ronaldo de Assis Moreira, Ronaldinho.

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